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  • Foto del escritorMarcia Soto

Un nuevo comienzo al sur

20 de abril de 2017, Wellington.


Wellington fue mi puerta a la isla sur de Nueva Zelanda y a la diversión. La ciudad en sí misma no fue maravillosa pero siendo la capital, fue difícil eludirla. Tomé el ferri muy temprano. Algo así como a las 6 am. Mi desilusión y tristeza aún no se habían ido. Especialmente porque el día anterior había tenido problemas para cambiar mi pasaje debido a mi dificultad de entender inglés. Me frustraba pensar que había pasado tantos años aprendiendo el idioma y que me resultara tan difícil entender a los neozelandeses.


Ese noche, soñé que mi papá me abrazaba. Yo aproveché ese sueño para recordarle cuanto lo quiero. Fue tan reconfortante. Sentí que tenía su apoyo y cuidado desde donde sea que esté. Su fallecimiento fue para mí un punto de inflexión haciendo que cambien mis propósitos en esta fugaz vida. Siento que incluso en el día de su muerte me dejó una enseñanza.


No fue hasta el día siguiente que recordé mi sueño. Fue mirando al sol surgir ópticamente desde el mar y escuchando I wish You were here de Pink Floyd. Puede ser una mera coincidencia o una señal de que él sigue estando para mí. Prefiero la segunda opción.


El amanecer que me recordó a mi viejo. Wellington, Nueva Zelanda.

En el ferri, conocí a Frank, quien se convertiría en mi compañero de viaje por algo así como diez días, un poco más o un poco menos. Frank, con veinticuatro años, había venido desde República Checa en busca de trabajo. No fui muy simpática al conocerlo. El mar se abría paso frente a las montañas. La vista desde el barco era increíble. El viento y el frío no opacaban para nada la imagen pero sí hacían difícil entablar una conversación. Consciente de mi antipatía, retomé la charla con el checo. En pocos minutos me invitó a ir a Nelson en auto con él. Acepté. Horas más tarde, ya estábamos en la isla sur almorzando y recorriendo la playa de Picton.


Retratada por Frank en Picton, Nueva Zelanda.

Me sorprendió lo rápido que se entablaban vínculos. Viajando se conocen amigos, novios y padres. Este fue el caso de Frank, quien confió en mí y me invitó a compartir su breve viaje por la costa oeste de la isla en cuestión de horas. Pasamos los primeros dos días con una familia checa amiga de mi compañero. Y luego seguimos el periplo parando en hostels. Visitamos montañas, playas y hasta un glaciar.



Durante este tiempo, nos hicimos más cercanos. Le tomé mucho cariño a pesar de que, en ocasiones, los desacuerdos no faltaban. Así fue que de un día para otro ya no me encontraba sola en esta voltereta sino que tuve la suerte de compartirla con un nuevo amigo.

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