19 de junio de 2017, Cairns.
Mis últimos dÃas con Jan fueron una mezcla de tristeza y alegrÃa. AlegrÃa porque nuestro viaje de más de un mes juntos habÃa sido fascinante. La intensa convivencia habÃa hecho que nos complementáramos muy bien. Tristeza porque no querÃa separarme de él. Fue una relación de ensueños. Cada dÃa estuvo lleno de emoción y cariño. Me encargué de recordarle lo mucho que lo querÃa y lo feliz que me hacÃa haberlo encontrado.
HabÃamos empezado esta aventura en Sydney, al sur de Australia, y ya nos encontrábamos al norte, en Cairns, el último punto en nuestro recorrido. Jan se volvÃa a Bélgica desde Cairns. Por mi parte, yo seguÃa viaje a Darwin desde donde volarÃa a Tailandia.
Debido a mi vuelo, empecé una búsqueda desesperada de alguien que estuviera manejando a Darwin en los próximos dÃas. Asà conocà a Mayo. Con sólo veinte años, Mayo habÃa viajado por Sudamérica y Europa. Hablaba, además de inglés, español y francés. Ahora se encontraba haciendo un viaje por su paÃs natal, Australia. Este ser era increÃblemente carismático y como él mismo admitÃa, disfrutaba de mostrar sus encantos tanto a hombres como mujeres. De hecho, yo ya lo habÃa visto antes, en Airlie beach. Me llamó la atención porque estaba charlando en español. Muchos de los que estábamos ahà lo mirábamos sorprendidos porque dominaba muy bien el idioma.
Fuimos con Jan a conocer a Mayo. Mi principal preocupación era llegar a Darwin a tiempo para el vuelo. Acordamos con el australiano que estarÃamos ahà unos dÃas antes. La idea es que fuéramos más en el auto para alivianar costos asà que saldrÃamos cuando otras dos personas se sumaran al viaje.
Jan estaba muy celoso de Mayo. PodÃa verlo en su cara, en sus silencios, en la forma en que se movÃa. De hecho le pregunté qué le pasaba y era exactamente eso. Mi compañero esperaba que me quedara más tiempo con él pero, en cambio, me iba con otro chico a ver algunas partes del norte de Australia que habÃamos planeado ver juntos.
Esa noche Jan me invitó a cenar a un restaurante chino. Dijo que era nuestra primera cita. Aunque en realidad era además la última. Ese dÃa, por primera vez en mucho tiempo, dejamos las ojotas y los shorts gastados de lado por un momento y nos vestimos lo mejor que se pudo para la ocasión. Antes de salir, nos abrazamos y nos miramos al espejo y ambos acordamos en que hacÃamos una linda pareja. Jan se veÃa estupendo como cada uno de lo dÃas que pasamos juntos.
Estuve a punto de llorar varias veces ante la idea de que quizás jamás lo volverÃa a ver. En retrospectiva pienso que aunque sólo compartimos un mes y medio de nuestras vidas nuestro vÃnculo fue tan intenso que jamás podrÃa olvidarlo.
Al dÃa siguiente, partà con mis nuevos compañeros de viaje rumbo a Darwin.