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  • Foto del escritorMarcia Soto

Malos tragos

4 de agosto de 2017, Koh Rong.


Camboya ponía a prueba mi paciencia cada día. Casi no tenía efectivo así que el cajero automático se tragó mi tarjeta para hacer las cosas más difíciles. Mientras golpeaba el cajero de la bronca, los conductores me decían “lady, lady, taxi taxi”. Quería matarlos por su poco tacto y actitud cero colaborativa. Cuando uno no tiene dinero, pierden su interés porque no hay nada que vender, salvo algunas excepciones. La situación fue desesperante, entre llamados a la familia, amigos y al banco. Sin plata, no iba a ir muy lejos. Conté los pocos billetes que me quedaban varias veces y el cálculo me daba un gasto de cuatro dólares por día hasta que me habilitaran una nueva tarjeta. Me estoy ahorrando la explicación de horas y horas de estrés sólo para no volver a pensar en eso.


Koh Rong

En la isla, tenía todas mis comidas en el restó más barato de Koh Rong. Una mañana, fui al mismo lugar a desayunar. Un señor, de unos sesenta años, me invitó a sentarme con él. Jim me contó que cuando falleció su esposa decidió despojarse de las cosas materiales y emprender un viaje por el mundo. En busca de nuevas experiencias, trabajaba como voluntario en países asiáticos dictando clases de inglés. Las conversaciones con otros viajeros suelen ser bastante planas. En general, conllevan preguntas como ¿de dónde sos?, ¿cuántos años tenés?, ¿hace cuánto que viajás?, ¿por dónde? Jim, sin conocerme, me confió que estaba preocupado por sus hijos y la muerte de su madre. Casualmente, yo también era una hija que había perdido a su padre y pude decirle, desde mi propia experiencia, que lo en ese momento era penoso para sus hijos en el futuro sería un recuerdo feliz. Ya no recordarían a su mamá desde la tristeza y la tragedia, sino que se sentirían afortunados por la mujer que los cuidó.


Nuestro desayuno duró una hora más o menos. Entre conversaciones más que interesantes, el tiempo pasó volando. Le relaté mi problema con la tarjeta de crédito, sin segundas intenciones, sólo porque sentí que podía contarle algo que me angustiaba. Cuando Jim se fue porque tenía que tomar un ferri me dijo que me dejaría algo de plata. Me negué varias veces pero acepté ante la necesidad. Mi felicidad era imparable. Se lo agradecí en su momento y se lo sigo agradeciendo.


Ya más holgada económicamente, puede disfrutar más y comer bien. La playa era alucinante, sacando el detalle de la basura. Llegué a pensar que los camboyanos tenían un problema con la limpieza. Paisajes hermosos se ven arruinados al estar descuidados.


Koh Rong

Y al final Camboya y yo nos hicimos amigas


Un checo algo loco viaja por el mundo vendiendo collares. Habla español e italiano con acento madrileño. Un estadounidense de sesenta y tres años, después de la muerte de su esposa, vendió todas sus propiedades y empezó a viajar. Dos alemanes preocupados por la imagen que proyectan. ¿Somos fríos, estrictos, aburridos? Contra todos mis prejuicios, suelen ser personas muy festivas. Conocí cientos y cientos de historias así en estos cuatro meses y todas tienen brillo. No me canso de escucharlas. Un buen viaje no lo hacen los lugares sino las personas.

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