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  • Foto del escritorMarcia Soto

Breves anécdotas sobre el machismo turco

30 de marzo de 2019, Estambul.


Estamos por salir. Me mira y me pregunta por las medias que tengo puestas. Le contesto despreocupadamente que solía usarlas en Alemania porque son térmicas y eficientes contra el frío. Un rato más tarde me pide que me de una vuelta. Quería controlar que tan corto era mi vestido. No le pareció ‘apropiado’. Como resultado de esta inquisición, me tuve que cambiar de ropa.


Estamos en una mesquita. Los hombres rezan y detrás de ellos y separadas por una soga, las mujeres. Le preguntó porqué. Me responde que las mujeres son una distracción. Afirmo que hombres y mujeres son equivalentes y que nadie debería ir antes que nadie. Entonces me pide que le de la mano con fuerza. Lo hago y él ni se mosquea. Acto seguido, aprieta mi mano hasta que me lastima y desesperada intento que me suelte. “¿Ves que no somos iguales?”, concluye.


Organiza mi itinerario todos los días y decide que voy a comer. Me revuelve la sopa porque está caliente. Se queja de la cantidad de azúcar que le pongo al té. A propósito le pongo más. Me dice que no tomé café. ¡Me ha llegado a dar de comer en la boca cual bebé de pocos meses! Llevo viviendo en este mundo más de veintisiete años y sé cómo comer, le explico varias veces. No importa. No puede evitar asistirme en cada actividad cotidiana independientemente de qué tan simple sea o de cuántas veces le diga que no necesito su ayuda todo el tiempo.


“¿Puedo sugerirte algo? Deberías intentar casarte antes de tus treinta.” Creo ser una persona en sí misma que no está completa en función de un marido o hijos. Estudié, me recibí, trabajé profesionalmente, viví en el exterior y pisé cuatro de los cinco continentes. “Mmm, igual deberías casarte. Te vas a arrepentir de no haberlo hecho”.

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